Álbum de despedida…
Laj Hakkinen.
Era viernes, quizás como todos los transcurridos hasta ese entonces, estaba solo y con pensamientos de tristeza sobre mi existencia... estaba harto del mal tiempo, sólo unas cuantas gotas de una polvorienta tormenta... descansaba sobre la silla de mimbre desde la azotea… miraba… Miraba el huir de los pájaros ante la proximidad de la tormenta… miraba los tonos fríos del azul del cielo y el gris de la tempestad… fumaba un puro, no era muy bueno y agraciado, pero no era de mal sabor… de mis ojos saltaban lagrimas, no sabía si del polvo, o por la tristeza… esa maldita tristeza… al tiempo, hojeaba el álbum que contenía las imágenes que había logrado capturar y perdurar… ahí, estaban recuerdos llenos de alegría y de esa maldita tristeza… aquella de la que no acababa de librarme…
“fotografía: un hombre, 25 años, quizás algo menor… mirada al frente, sin sonrisa… con un semblante perdido, angustioso o pensante… sólo aparece su rostro sobre un fondo de luz, que se cuela por una ventana… tomada en película a blanco y negro.”
Caminé a lo largo de los puestos del tianguis… miré como se arremolinaba la gente en torno a un puesto y a otro… buscaba alguna compra o alguna ganga sin precisar qué… sentí la mirada de alguien perseguir mis ojos… volteé, me encontré su rostro, y con ella todos sus encantos… dolió… dolió volver a verla después de tanto tiempo… no cruzamos palabra, sólo miradas… distraje mi atención con el vendedor de una cámara… acepté pronto… y me alejé buscando sus pasos… caminé, de la multitud resaltaba su cuerpo… sentía ella mis pasos y mi mirada detrás de su cabeza… me acerqué, más no quise cruzar palabra alguna… estaba tan cerca… sentí mi cuerpo marchar bajo lo nublado de los sentimientos de una decepción… paró de pronto sobre un mostrador… lo hice también a unos pocos metros… hizo una compra de sólo un minuto y se marchó y yo detrás… sentí palpitar el corazón y algunas lagrimas querían asomarse… seguí sus pasos… salimos de la vendimia y del griterío… caminamos… viró a la derecha justo en la calle donde se encontraba su casa… no me acerqué más… esperé oculto tras un cedro y un auto… esperé ver como se desaparecía… llegó alguien detrás de ella… tomó su cintura y la abrazó… ella lo besó… apreté fuertemente la cámara… me marché… sentí tristeza a cada paso que daba… eran pasos débiles y apresurados… quería llegar pronto a mi departamento… mis dudas se habían despejado… caminé mas deprisa aún… me adentré a la farmacia… pedí una película para mi cámara… mi impaciencia era notable… golpeé con los dedos a un ritmo desesperante el cristal… salí, e inmediatamente se encontraba mi departamento… abrí la puerta y subí por las escaleras… abrí la cortina dejando entrar la luz… desprendí el empaque y coloqué la película… di un par de botonazos para probar la cámara… la tomé… aun con la decepción y la tristeza de verla… puse mi rostro frente a la cámara y disparé la película…
Se derramaba una lagrima de mis ojos… lentamente caía hasta mojar esa fotografía… quizás fueron los recuerdos de su rostro… secaba mis lagrimas con el pañuelo rojo que me había regalado… seguía recorriendo mis recuerdos…
“fotografía: un paisaje de alguna carretera, notablemente tomada en el movimiento de algún vehículo… se nota… en las proximidades esta el barrido por la velocidad del móvil… al centro, en primer plano un viejo árbol triste, sólo acompañado por un arbusto… detrás de él montañas con pastizales adornadas por algunos árboles, que se pierden en la lejanía… frente al árbol y su amigo, el asfalto de la carretera… en película a color…”
Pasó algún tiempo desde aquel encuentro casual… me afectó en extremo… la depresión que se marchó, ahora estaba de regreso… mi ansiedad por alguna explicación o una simple llamada telefónica, crecía… tomé algunos días para viajar y relajarme y dejar de pensar en el reencuentro… Levanté mi cabeza del respaldo… algo aburrido, pasaron quizás tres o dos horas… cambié de posición, el asiento no era cómodo… miré por horas el paisaje que podía apreciar a través de la ventana… era desdichado, pensé… recargué mi brazo sobre la cornisa de la ventanilla, y sobre éste mi cabeza… era media tarde… el hambre ni siquiera apareció… dejé el libro sobre el asiento contiguo… y miré las imágenes que se presentaban… lo hice por horas… si, por horas habían dado vuelta en mi cabeza sus miradas… sus ojos… sus destellos… sentí, en cada recuerdo la sensación de el nerviosismo de la primera vez en que nos conocimos… pero era tanta la tristeza… escuché el llamado de alguien… distraído e ido por los sentimientos… reaccioné y volteé atendiendo el llamado… era Zaraah… me saludó con un hola, tambaleante por su acento polaco… sonreí ocultando la tristeza… me pidió permiso para sentarse a lado de mí y acompañarme en algo del trayecto… la conocía de tiempo atrás… era mi confidente y amiga… aunque oculté tras esa sonrisa mi estado sabía lo que pasaba… -¿ Aún la quieres, cierto?-. Preguntó… -No-. Contesté negando mis sentimientos y engañándome a mi mismo… tomó mi mano… la acarició suavemente… y puso en ella una carta… y se marchó… la tomé… desdoble cada dobles… era Ella…
“Perdón, nunca tuve la valentía de decirte las cosas de frente… tu lo sabes, nunca fue mi virtud… ahora sabes el porque de mi partida… no te molestes sí esta explicación llegó tarde… no entenderías quizás lo que pasaba por mis sentimientos… mi corazón no podía más con la situación… perdóname… lo siento mucho, yo también estoy sufriendo tanto como tu… cuídate… te quiero…”
Me dio rabia tanto cinismo… aún se burlaba de mí… ya el daño lo había logrado consumarse… el llanto corrió… era silencioso y lleno de coraje… no había tristeza y esperanza en él… volví mis manos al rostro… lo cubrí con ellas y traté de calmarme… era impropia la llegada de esa carta… cortó mi mente y mis sentimientos, con un filo tan fino… me levanté… busqué en el maletero… saqué mi cámara… me dirigí a la ventana… admiré las montañas y capturé… me sentía solo…
Volvía meticulosamente a guardar esa fotografía en el espacio que había dejado por un instante… pero me había dejado a mí con un gran hueco… ya no estaba… sólo esas fotos… esos recuerdos… todavía recordaba las disculpas de Zaraah por la carta… nunca entendí el porque de ellas…
“fotografía: un ocaso… se aprecia la muerte del sol de un día… los tonos se mezclaron… desde el amarillo brillante hasta un púrpura que se convertía en un negro de muerte… tal vez tomada desde un paraje de alguna playa… no es notable a simple vista, pero si se observa se aprecian algunos reflejos sobre el mar de una tarde casi noche…”
Llevaba algunos días en ese pueblo pesquero… no dormí por los estragos que me dejó recibir esa carta… controlé mis emociones … todo ahí era fiesta… no estaba deseoso de celebrar como todos… escuché en el reproductor de música una canción… All those yesterdays… esa era con todos sus versos de recuerdos… tan llena de tristeza… me dirigí hacia la arena… con los audífonos puestos, sin escuchar el bullicio del festín… en mi trayecto noté la pena de Zaraah… notó mi profunda ansiedad y depresión que me había traído la carta… se sentía culpable por ser ella la mensajera… no la culpé por ello… mis ojos le dieron un gesto de confianza al pasar frente a ella y Pylo… salí de la palapa… era ya de tarde… descalzo… sentí el calor de la arena… caminé unos cuantos pasos hasta llegar a la orilla de la playa… el calor se convirtió en frescura… mojé mis pies en el agua… observé el sol… se moría el día… y yo moría con él… salí de la húmeda orilla y me senté en la arena… repetí una y otra vez ese track… mis labios siguieron el ritmo melancólico de la música… me adentré más en mi tristeza solitaria… no era alguien… no era yo… mis pensamientos se perdían como el horizonte frente a mi… en mi letargo llegó Gertrudis a hacerme compañía… llegó con su sonrisa… tan tierna… le conteste con una más de mis sonrisas fingidas… -¿Por qué te pierdes de todos?, estaba preocupada por ti- me dijo tomando mi mano… -Quería estar solo- contesté de manera simple… realmente esa era mi deseo, perderme en mis pensamientos… ya se me estaba haciendo costumbre el dejarme llevar por toda la fantasía que podían crear… Gertrudis quería algo conmigo… lo noté desde el viaje, cuando me abordo en mi asiento… sus miradas la delataron… había un cierto interés… cegado aún no quería nada con ella… me sentía enfermo… no quería mostrarme ante ella… no dijo nada por unos instantes… recargó su cabeza sobre mi brazo aferrándose de mi… no me sentí incomodo como en ocasiones anteriores… ella era bella… me olvidaba un poco de todo cuando ella aparecía… aun de toda la tristeza… miramos el atardecer… el sol comenzaba a tornarse tan rojo… se despedía… me levanté corriendo… Gertrudis se sorprendió de mi acto… corrí hacia mi mochila… saque mi cámara… hice un enfoque perfecto… y me dirigí hacia mi lugar a lado de Gertrudis… me llenaba de esperanza como ese sol… después de todo el volvería aparecer en el crepúsculo… y tan lleno de esa esperanza… capturé la imagen…
Empezaba a entender algo de lo mucho que me quedó oculto… las fotografías me daban respuestas… notaba que la tristeza se ocultaba detrás de esos colores… y me afectaba vivirlo en carne propia todo ese sufrimiento… añoraba su retorno… añoraba sus chascarrillos… sonreí por un momento enjugado de lagrimas recordando alguno de ellos…
“fotografía: una mujer sonriente en primer plano… joven… no mayor de 24 años… su sonrisa refleja una grande ternura o contemplación… su piel es blanca… sus mejillas están rosadas quizás por una jornada de sol… sus cabellos se encuentran detenidos en medio de una danza con la brisa del mar… el profundo azul de sus ojos contrasta con el rosado de sus mejillas… detrás de ella se aprecia como se pierde una línea de mar y tierra en el horizonte… podría ser la playa de la foto anterior…”
Después de capturar esa imagen del ocaso me senté junto a Gertrudis… e inmediatamente volvió a capturar mi brazo… todo era tan fugaz… y de alguna forma también explosivo… volví a encender mi reproductor… inesperadamente en el track 10… ¿Cuántos pasos?… así como esa canción… todo era lo mismo… se estaba convirtiendo en lo mismo… la misma tristeza y la misma soledad… miré fijamente como se ocultaba el sol… sin embargo, Gertrudis se aferraba más a mi brazo… jugaba con la arena formando extraños caminos… sentí con fuerza el arrullo de su calor… no estaba listo, pensé… y realmente no lo estaba… no quería lastimarla con un juego frágil… dejé caer los audífonos… de fondo aún se percibía la armonía de la música y lo sonoro del mar… sin pensarlo un segundo más Gertrudis tomó mi mano… primero fue una caricia cosquilleante… después sus dedos recorrieron los míos… la miré… sólo sonrío pícaramente… mi mirada se convertía en esperanza… quizás se abría un nuevo camino o quizás no… la brisa se arreció… sus cabellos se movían tocando mi hombro… escuche mi nombre y reconocí esa voz… era Zaraah… se acercó hacia nosotros de la mano de Pylo… jugaban a amarse… corrían moviendo la pasividad de la espuma de las olas… pasaron frente a nosotros… se detuvieron un instante… Gertrudis conversó un poco con Pylo… sin importarme sus palabras seguí viendo mi sol… a quél sol que se ocultaba tras su máscara nocturna… se marcharon un instante después… volvimos a estar solos… me levanté de mi lugar intempestivamente… sin importarme nada, ni siquiera Gertrudis… ella lo hizo después de mi… y se puso a un lado… midió la distancia que ponían mis temores… ¿Por qué no hacerlo?, ¿por qué no arriesgarse?, ¿por qué pasarme la vida recordando?, pensé… quizás todo se puede olvidar, pero un amor quizás no… no me importó… miré a los ojos a Gertrudis… su azul me invitaban a besar el suave rosa de sus labios… la tomé de el cuello y lentamente… con cadencia me acerqué… la besé… sólo un suave beso… sólo rosando sus labios… nos miramos un instante… y volvimos a ver el sol ocultarse… nos tomamos de la mano… la solté por un momento… tomé mi estuche y desenvolví mi cámara… ella sonreía no ocultando algo de felicidad por el momento… y disparé mi película…
Era tan linda esa chica… recordaba mis amores que tuve en mi juventud y que también tuvo… recordé sus anécdotas de chicas… lo hacíamos frente a una taza de café… disfrutando los dos… compartiendo nuestras experiencias… vivencias de mi juventud con su presente…
“fotografía: algunas rosas de un rojo escarlata profundo… sólo ellas y su color del amor… la luz refleja algo del rocía de la mañana… su frescura es tan radiante… están tomadas en película polaroid…”
Hacía tres meses desde la llegada de esas vacaciones… seguí viendo a Gertrudis… me sentí vacío… no podía amarla… por más que reanimaba mis sentimientos… no era posible… tenía que ser sincero… sería imprudente dejar que se enamorara… la vi que lo estaba haciendo, más no podía ser… llevaba pensando toda la mañana en eso… caminé por la calle de Azucenas… había bazares por todas las cosas… me gustaban todos esos lugares… un montón de artículos exhibidos con sus colores… caminé pensando en la forma de decirle que ya basta… necesitaba hacerlo de una manera simple y sin dolor… en la intersección con la calle de Olivos había un puesto… me acerqué… eran rosas… todo un campo de ellas amontonadas y dispuestas en vendimia… paré frente a su propietaria… una señora mayor, de algunos 60 años, de aspecto humilde y muy servicial… al verme me invitó a comprar una rosa o quizás un par de ellas… pensé en Gertrudis… tenía que ser algo original para decirle a adiós, y las rosas no lo serían, pensé… además no me gustaba regalarlas, me recordaban a Ella, la causa por quién mi corazón no me dejaba amar a Gertrudis… recordaba su cara féliz recibiendo un par de ellas… seguí caminando buscando algo… algún detalle para despedirme de Gertrudis… para agradecerle su tiempo y su cariño momentáneo… ahora necesitaba la soledad, mis pensamientos lo pedían… mis pensamientos habían tomado esa decisión… bordeé un puesto de comida… justo en la mitad de los empujones al hacerlo, pasé frente a una tienda con artículos antiguos… entré, llamó mi atención… al entrar sonaron algunas campanillas… vi toda clase de antigüedades… me recibió un hombre mayor… caminaba lentamente con la ayuda de un bastón… tenía un aspecto pulcro y cuidadoso, como todo lo que estaba dentro del local… se acercó dándome un saludo muy formal… -Buenos días, joven. Si desea ver algo estoy para servirle…- dijo agradablemente… -Buenos días, estoy buscando… un detalle- contesté observando un montón de cajitas de madera… tomé una, era de madera fina en un color negro intenso… me agradaron sus formas… era muy elegante y muy sobria, con un tono a despedida… la tomé… y seguí recorriendo cada rincón del lugar algo más… en una vitrina, estaba una cámara Polaroid… intacta, a simple vista sus condiciones eran buenas… mi mente brilló… me acerqué al encargado… le pedí me mostrará la cámara… -Un momento joven- dijo sacando unas llaves del bolsillo de su chaleco tejido… se acerco meticulosamente y cuidadosamente abriendo el candado de la vitrina… la saco lentamente, al tiempo que me explicaba sus características… la tomé y la revisé… miré a través del lente… tenía buen enfoque… -Me la llevo y también me llevo esta cajita…- le dije interesado en esa compra… sacó un paquete de película el dueño y la puso diciendo: -Le voy a regalar este paquete de película, sin la cámara es muy difícil que alguien vaya a comprarla…- me aclaró y le sonreí buscado en mis bolsillos la cartera… saqué de ella justo el cambio exacto… me marché estrechando la mano del noble anciano… y salí del local… era una buena compra… justo al dar dos pasos fuera del local mi mente tuvo esa idea que estaba buscando… retrocedí y entré de nuevo haciendo sonar una vez más las campanillas… -Permítame, cargar con la película la cámara…- le pedí al encargado… - Por supuesto joven, pase aquí- dijo señalando su mesa de lectura… me acerqué y saque la película y la cámara…. dispuestos sobre la mesa, quité el empaque y la fijé en el compartimiento para ello… -Muchas gracias- dije y salí… me dirigí a la esquina donde estaban todo ese mar de rosas… al llegar la señora volvió a invitarme a comprarle alguna flor… saqué mi cámara… le pedí su consentimiento para tomar algunas fotografías…. No se negó… hice un enfoque hacia una columna de rosas… y capturé…
Después supe el nombre de esa chica… recuerdo verla llegar de la mano de Zaarah y con una caja negra en sus manos… se acercó, Zaarah nos presentó… al transcurrir nuestra plática le pregunte si lo quería…. –Lo llegué a amar a pesar del corto tiempo-, dijo sacando una fotografía de la caja que estaba en sus manos… me la dio y se marchó… se marcho con su dolor… la observé por algún tiempo, era una rosa… de mis ojos brotaron lagrimas… me quedó el dolor de la perdida…
“fotografía: se percibe en la imagen dolor… en una hoja se conjugan frases y por debajo de todo, un rastro de sangre… quizás es una despedida dolorosa… los colores del papel son pálidos y contrastan con el profundo negro de la tinta… las gotas de sangre sellan la nota… en polaroid”.
Estaba decidido a no jugar más con fuego… Gertrudis notó con el tiempo que se estaba enamorando de mi… mis manos sudaban… daban cuenta del nerviosismo… al llegar a la puerta la indecisión llegó a reventarme… mis ideas se hicieron confusas… traté de llamar a la puerta… me arrepentí… quizás sólo desaparecer sin dar explicaciones sonaba mejor… Gertrudis no merecía de mi ese trato injusto… recapacité y di dos golpes a la puerta… mis manos no solo sudaron, también temblaban… los días deprimidos los hacían sonar… Gertrudis se asomó por la ventana y sonrió… yo, no pude hacerlo como antes… salió buscando mis brazos… la recibí tan frío… mis brazos estaban frágiles… tomé lentamente su cabeza con mi mano izquierda… le besé la frente con frialdad… me dio pena ver su entusiasmo eufórico… el susurro de ella entre mis brazos acrecentaron mi sentir menos… se reincorporó… besó mis labios… me supo a amor… a puro amor… me despojé de sus brazos… de mi mochila saqué la cajita negra… -Para ti- y se la acerqué a sus manos… sonrió al tiempo que la abrió y descubrió su contenido… sonrió y volvió a besarme… tomé sus manos y las apreté fuertemente… -Gertrudis - hice una pausa… reincorporé el habla… -Me tengo que ir… me voy- aún no notó la seriedad de mis palabras, sus ojos tenían esa luz… -Escúchame… me tengo que ir… es para siempre. Nunca más nos vamos a ver- dicho esto su semblante cambió… no quise hacerlo difícil… me acerqué y la besé para decirle adiós… -¿Por qué te vas al menos dímelo?… ¿Soy yo?… dime…-dijo tomando con más fuerza mis manos… -No eres tu, soy yo… no puedo amarte…me voy… me espera una larga jornada…- noté su desesperación apunto de conducirla llanto… lo contuvo… sus ojos azules se volvieron mas radiantes… -Cuídate… te quiero… muchas gracias por tus besos… por tus abrazos… por tus sonrisas…- solté sus manos… cayeron… me marché sin decir más… buscando refugio… buscándolo entre mis pensamientos… entre mis conflictos… marché a mí departamento… cada calle y cada esquina se convertían en montañas… quería tapar el horizonte de Gertrudis… me sentía con culpa… corrí por las escaleras… abrí la puerta y entré… mi respiración era agitada… abrí la ventanas dejando entrar la luz del exterior… abrí la ventana… el ruido de la calle y el aire entraron al unísono… encendí un cigarrillo… fumé… la culpa aun estaba…. no se marchaba… me senté en el comedor… mis manos estaban empuñadas de tanto sentimiento… frente a mí estaban aún las rosas y la cámara… sólo que estaban marchitas, muertas de tristeza… así yo… me levanté por un vaso de agua… bebí del agua… busque papel y tinta… quería escribir… dejar las cosas en paz… fui de nuevo a la mesa y comencé escribir… lo hice sin vacilar en mis palabras… cada frase anunciaban mi partida… terminé la nota… tomé un alfiler y pinché mi dedo… una gota suave de sangre corrió… le dejé caer sobre la hoja… se me había hecho costumbre fotografiar todo lo trascendente… tomé mi cámara y capturé la nota…
Volteé la página… me encontré con esa despedida… yo lo había encontrado normal… siempre tan retraído e introvertido… siempre fue así todo el tiempo… nunca imagine tanto sufrimiento en un corazón tan noble… no supe de verdad la magnitud… incapaz de seguir… los recuerdos duelen… duelen hasta el alma volviendo marchita la existencia…
“fotografía: es una tarde brumosa… el sol no se aparece, tal vez se ha completado el ocaso… la claridad es tal que permite ver una gama de colores aun brillantes… esta tomada desde una azotea, los tendederos de otros edificios y algunas antenas lo describen… simplemente, en primer plano un azul pálido queriendo ser noche… poco a poco… en película a color…”
No quise dejar mis cosas fuera de orden… a lado de esa nota estaba otra con mis deseos… era mi testamento, aunque con pocas pertenencias pero muy valiosas para mi… Todo fue tan lento, el tiempo en esos instantes así se movía… y la verdad dentro de mi había algo que buscaba ya la salida… después de dejar esas notas caminé hacia la puerta… titubeé en cerrar… la dejé entre abierta… quizás así se darían cuenta de la ausencia… saqué el chocolate de entre mis bolsillos… quería alejarme con la sola probada del mundo… la envoltura dorada sonaba al tiempo que la desprendía poco a poco de mi tablilla… los escalones hacia la azotea se convertían en una agonía de recuerdos y sueños… en cada escalón dentro de esa oscuridad, recordaba a aquellas personas con las que crucé palabra… fueron tantas… el arrepentimiento cruzo por mi pensamiento en el último escalón ya próximo a la puerta exterior… mi mano se detuvo.. no quería abrir la puerta y mostrarme la claridad… de ver la luz… no podía detenerme, pensé… mi mano abrió… la luz iluminó la escalinata dejando la oscuridad por un momento… volteé, el espiral de la escalera se convirtió en lo pasado… ahí estaba iluminado por la última luz del día… el viento arreciaba, mis emociones lo hacían con él… todo corría a lo dispuesto… la cámara me acompañaba, se había convertido en la fiel espectadora… todo estaba ahí… caminé dando unos cuantos pasos hasta encontrarme con el viejo banquillo… esos instantes eran el vestíbulo de la muerte… lo coloqué frente al sol que dejaba ver el cansancio… más mi cansancio ya encontraría descanso en los brazos de aquella muerte… me desprendí de la cámara, la coloqué sobre esa barda desvencijada de ladrillo… estaría conmigo hasta el último instante… saqué la correa del cinturón… la até a la viga de madera que salía del techo… respiré por un momento, los últimos rayos de ese sol decían que era la hora de marcharse… de olvidarse… de retirarse al descanso profundo… el ultimo aire antes de dar el paso… revisé todo… puse el timer de la cámara y subí al banquillo… mis ojos percibieron los últimos colores de mi existencia… cerré mis ojos y me dejé caer en la muerte…
Puse mi dedo sobre esa última fotografía… como si no lo dejará escapar… poco a poco entendí… era su crónica… era una retrospectiva tan llena de infortunio… me sentí con una soledad casi como la de él… el aire… circulaba tan deprisa como antes… como un adiós… un adiós a un hijo… a un ser que me había entregado la vida y que dejé que se marchase… fue una vida en un álbum…
“fotografía: son dos hombres abrazados… vislumbra la imagen la alegría… el fondo es efímero no se percibe del todo… sus sonrisas se detienen en el tiempo… padre e hijo… la película desborda un recuerdo solitario... los colores apenas empiezan a disolver esos instantes... son tonos tan frios... el azul en ella se presenta... en fotografía a color”